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Dónde queda la inocencia

15/IV/1999

El sol brilla en lo alto del cielo.

Es curioso porque pese a la presencia del astro rey el frío atenaza mis músculos convirtiendo cada mínimo movimiento en un difícil ejercicio de coordinación y fuerza.

Camino ausente.

Las caras borrosas de los anónimos transeúntes pasan a mi lado sin interferir mis pensamientos...

Yo sigo mi senda mientras las ideas se me agolpan en el cerebro...

Todo parece tan complicado, la vida me resulta tan complicada…

…La risa de un niño que pasa a mi lado me saca de mi letargo. Mis cavilaciones aturullaban tanto mis pensamientos que no me había dado cuenta de que la nieve había hecho acto de presencia y el niño, tal vez asombrado por ésta novedad en su vida, sonríe al presenciar la belleza del fenómeno meteorológico que esta contemplando, mira hacía el cielo buscando la procedencia del mojado y frío algodón que cae sobre el desaciendose con la cálida piel de sus manos…

La escena me transporta en el tiempo y evoco la primera nevada de la que guardo algún recuerdo y, hace tanto tiempo ya, casi ni puedo poner color a esas imágenes borrosas que mi mente proyecta...

El color blanco de la nieve unida a la sonrisa del chiquillo simbolizan en mi corazón la pureza, esa pureza que representa la inocencia de un niño que se sorprende al descubrir algo que para el resulta un misterio indescifrable. Que queda absorto ante algo que le resulta nuevo y excitante en su corta vida. Que sorprende por primera vez inundándole todos los sentidos intentando comprender ese acontecimiento…

… Me entristece pensar que a medida que la vida nos deja de sorprender y se convierte en una rutina nosotros vanos perdiendo esa inocencia y esa pureza de la que el niño presume…

... Duele pensar como con la edad vamos racionalizando cada episodio de nuestra película otorgándole carácter de habitualidad a todas nuestras vivencias...

… Entonces sentí como si una mano se introdujera en mi cabeza y robase los últimos gramos de inocencia y de pureza juvenil de mi cerebro. Como si de un soplo se llevasen toda mi niñez y las cadenas de la madurez se anclaran al recuerdo antes evocado y me arrancaran el corazón hundiéndome el alma en un frío vacío…

Entonces comprendí que eso es lo que me estaba sucediendo a mí. Que todos los demonios que me atormentaban se debían a eso. Entendí que había perdido la ilusión de levantarme todos los días anhelando descubrir las sorpresas que la vida me regalaba para entregarme a una rutina auto condicionada que le robaba toda la capacidad de asombro que posee la existencia. Había conseguido ahogar con mi Melancolía la potente chispa que nos guarda nuestro Destino para convertirlo en inercia lineal y gris…

Sentí como si de repente soltaran el último nudo de inocencia infantil que aferraba mi conciencia al complejo de “Peter Pan” que guardaba en mí ser el frasco de la pureza.

Había comprendido el porqué de mi letargo y, la verdad, me tenía tan prisionero en sus garras que la búsqueda de una solución me resultaba un ejercicio demasiado tedioso para comenzarlo algún día…

…Giré la cabeza para observar con cierta envidia como el niño sonreía como burlándose de la suciedad de mi aura y proseguí mi camino un poco más ahogado y viejo…

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