No puedo más... Hay momentos en los que pienso que no puedo más.
La montaña rusa emocional que siempre fue mi cabeza está de nuevo en marcha aunque ahora, lo sé a ciencia cierta y así lo siento, con razón.
Siento el entrelazar de continuos estados de euforia, extrañeza, tristeza, enfado, melancolía, abandono, pereza, hastío, risa, lagrimas, soledad...
Y... vuelta a empezar sin un orden establecido.
Todo sin motivo ni razón aparentes aunque la sombra de "el bicho" se percibe tras esa alteración biorritmica.
El simple hecho de salir de casa para ir a mi "centro de entretenimiento", ahora toma otro cariz esa manera de llamar al trabajo que teníamos Juan y yo hace ya tanto tiempo, provoca en mi sentimientos encontrados de ansia por arrancar mi "Enterprise" para salir al exterior y cadenas que se rompen al girar la llave de la puerta de mí fortaleza casera.
Alegría, miedo y ansia...
Alegría por ver a otros seres humanos cercanos que están en mi piel. Alegría por sentirme parte de un todo global y no aislado individualmente de la vida e intentar dar algo de normalidad a la anormalidad reinante interactuando con la gente que me acompaña en este reto diario.
Miedo por saber como sera el regreso vacío y derrotado. Miedo que palío a base de mi legendaria entereza y la fuerza mental de la que, casi siempre, he hecho gala y es la que me impulsa, de manera inconsciente y autómata, a lanzarme a la aventura diaria de vivir rutinariamente sin rutina. Ese miedo humano a la imprevisibilidad de la situación más que al riesgo cierto al contagio y ese familiar trayecto de vuelta al hogar que se hace cortamente largo mientras ahogo mis pensamientos con la música de Juancho retumbando en el habitáculo.
Ansiedad de volver a ponerme la armadura del pijama en mi sofá. Ansia de la tranquilidad, efímera, de experimentar el descanso del guerrero tras librar otra batalla más mientras sueño ver a lo lejos el final de la guerra.
Diario de una pandemia.
Los días pasan uno tras otro tan iguales y tan distintos que nunca se acaba esa excitación malsana de mirar su comienzo con ojos curiosos, nerviosos y tensos.
Y mientras, a pesar de la continua comunicación, sensación de desconexión global con el universo más allá del casa, coche y trabajo...
Soledad con acompañamiento virtual...
Vacío de ese "alterne" que me carga las baterías y me limpia el karma...
Y yo mientras fuera de mi área de confort, en mi puesto de lucha extrañamente familiar...
Hoy un día más convertido en otra muesca dibujada en la pared de mi cárcel imaginaria...
Me lanzo, ya por inercia más que consciencia, a mi anormal normalidad.
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