21/XI/1998
Tu repentina entrada en escena cambió por completo la ambientación de la Obra.
Hasta ese momento el protagonista de nuestra historia vislumbraba un futuro feliz en el cual por fin la luz se veía al final del largo túnel que atravesaba en sus últimos años.
La vida le sonreía y pensaba que había dado la vuelta a la moneda de la fortuna logrando ver la cara mientras huía de la cruz que le acompañaba últimamente en su azarosa vida.
El Guión que había recibido esta vez le confería la esperanza de conseguir el anhelado sueño de la felicidad.
Por fin había abandonado la perenne Tristeza, se había deshecho de su fiel amiga la Soledad y huía de su último amor la Melancolía, que le habían estado escoltando en los últimos actos de esa obra en la cual él representaba el papel principal...
Al menos de momento...
El decorado había cambiado en una de sus partes más importantes y esto, unido a un repentino cambio de vestuario interior y atrezzo exterior, acrecentaba la sensación de que la Obra abordaba una nueva escena.
En este naciente acto el protagonista salía del profundo pozo en el que se hallaba sumido para alcanzar, por fin, la orilla tranquila de esa playa idílica que aparecía siempre en sus sueños.
A la representación de esa nueva escena se habían unido un puñado de magníficos actores, entre los cuales brillaba tu presencia, repartiéndose papeles que complementaban a otros personajes muy importantes que continuaban de la escena anterior.
A unos les tocó papeles muy secundarios que aún con repercusión en nuestro héroe y su aventura no duraban mucho en la acción y a otros les correspondió papeles que a lo largo del desarrollo de su Obra se convertirían en primordiales perdurando a lo largo de los años como fieles escuderos.
Uno de los papeles importantes lo elegiste tú haciéndote dueña del escenario con una sola caída de ojos...
Aún no sé como entraste en la Obra de una manera tan sigilosa y, a la vez, creando tanta convulsión en la vida del protagonista.
Había transcurrido un solo acto de esta nueva escena y de una manera accidental el protagonista entabla una irrelevante conversación contigo a la salida de un garito que se había convertido, ocasionalmente, en el punto de reunión con el resto de nuevos personajes.
A partir de ese instante tus apariciones en el escenario fueron continuas. Ocupabas planos en ocio y en trabajo mientras tu figura iba creciendo en importancia a medida que la trama transcurría. Tanto es así que en una de tus actuaciones más estelares lograste que el personaje que hacia el papel de compañera de nuestro héroe se enfadase con este en lo que seria el comienzo de la ruptura anunciada de su relación.
Una semana después en otra de tus apariciones, otra vez en el lugar de vuestra primera irrelevante conversación, sorprendes a nuestro protagonista con tu belleza y un brillo especial en tus ojos le impulsa a finalizar su relación por sentirse completamente rendido a tu atracción.
Desde ese momento la historia da un giro radical y surgen, otra vez, en la cabeza de nuestro protagonista antiguos fantasmas que ya le habían acompañado anteriormente: la duda y la indecisión. Mientras el resto de protagonistas solo hacen, en su intento de ayudar, abrumarle con todos sus comentarios y consejos convirtiendo los siguientes días en un continuo examen de la situación aunque esta vez una mortal inseguridad atenaza sus sentidos impidiendo la visión global perfecta del momento...
¿Y tú? Tú, mientras tanto, te mantenías imponente, más bella a cada acto que se desglosaba de esta obra, como un sueño en la mente de la estrella de la representación. Tu mirada brillaba mas cada segundo rivalizando con las estrellas del cielo y tu sonrisa avergonzaba el resplandor del sol de verano...
Al menos eso era lo que aparecía en la mente de nuestra estrella protagonista ciego, mudo, entregado a ti sin que tu...
¿La estrella? La estrella se convirtió en...
Una estrella que perdía el brillo con tu ausencia recuperándolo cada vez que tu figura se acercaba a el.
Una estrella que se planteaba la idea de cederte su papel de protagonista para que tu reinaras a tus anchas en el escenario,
Una estrella que no conseguía quitar de su cabeza el brillo que tus ojos desprenden.
Una estrella que renegaba y maldecía el cruel Destino que no quería otorgarle el momento idóneo para explicarte todo este relato que este improvisado narrador te esta contando.
Una estrella que escudado bajo los ropajes de narrador intenta hacerte comprender todo lo que guarda en su corazón para que esta obra concluya con final feliz.
Una estrella a la que le hubiera gustado tenerte enfrente para explicarte todos sus sentimientos en persona pero que recurre a la facilidad del escrito por temor a que tu presencia le paralizase.
Una estrella que espera y confía en que tu corazón le responda con la misma sinceridad con la que el te ha entregado su secreto.
Una estrella que ha confesado en esta obra los sentimientos que tu entrada en escena le causó.
Una estrella que ahora se despide pensando para que le ha servido el relato de esta obra que quizás no leas jamás.
Una estrella que se acordara de esto cada vez que tus ojos se crucen por esos pasillos que estamos condenados a recorrer todos los días, cada vez que converséis en los respiros que los guardas de nuestro futuro nos dan, cada vez que abandone la estancia en los sótanos en los que me encuentro recluido para subir al palacio donde reinas, cada vez que tu imagen asome a mi mente, cada vez que...
Cada vez que lea esto admitiendo con resignación el fracaso de mi empresa por nunca aunar valor suficiente para admitir el sentimiento que tu sonrisa regaba en su corazón...
![](https://static.wixstatic.com/media/725c0c_4eecfd36260a4499949801726c6b0120~mv2_d_1333_1350_s_2.jpg/v1/fill/w_980,h_992,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/725c0c_4eecfd36260a4499949801726c6b0120~mv2_d_1333_1350_s_2.jpg)