Algunas de mis mejores historias contienen tres factores en común que sirven como imagen recurrente para rememorar momentos tragicómicos de mi pasado... Esos tres componentes dan forma e influyen de manera trascendental en todo lo que acontece en mi vida cuando se funden en un mismo momento. "Mi hermano", el "Barrio Húmedo" y los cortos de cerveza... Hace ya tanto tiempo que sucedió que la neblina del tiempo ha ido cubriendo algunos mínimos detalles de la historia siendo suplidos por la exacerbación del momento global tras la continua repetición infinita de la anécdota en cuestión. El principio, predecible tras los antecedentes enumerados.
Consumidos un par o tres bares de la zona, "Flechazo", "Gaucho" y "Noria", nos dirigíamos a la Plaza de San Martín entre risas buscando un nuevo punto de avituallamiento. En ese momento aconteció el suceso impredecible que toda noche aparecía en nuestras escapadas nocturnas y que hacia variar el devenir de la noche cambiando planes prefijados de tranquilidad y responsabilidad en largas trasnochadas de risas y peripecias. En esta ocasión ese giro del destino se manifestó en forma de unas hermanas, antiguas amigas de ambos, a las que hacía tiempo que no veíamos tras un abrupto fin de la amistad por mi parte y que se encontraban paseando por la plaza con el novio de la amiga más amiga mía... Tras el intercambio cortés de saludos educados en los cinco primeros minutos de cortesía, dejamos salir toda nuestra ingeniosa irreverencia para convencer a la amiga, más amiga de él, para que nos acompañara de ronda suicida de tapeo, tras analizar su cara de aburrimiento y el brillo de su cara al vernos, argumentando que se aburriría allí cosa que con nosotros era imposible. Y, como era previsible, el dúo se convirtió en pareja con público, teniendo de escenario cualquier barra de bar y como guion sandeces y peripecias de nuestra vida, mientras ella escuchaba hipnotizada por el tempo teatral que le damos a nuestras actuaciones líricas... Así fue avanzando la noche entre risas y copas mientras el día se abría paso en la oscuridad de la noche trayendo con el las ganas, la oportunidad y el cansancio representado en cada uno de nosotros... Brillante idea de ella la de acercarnos a su casa en ese estado de hilaridad descontrolada que acompañaba mi azogado agotamiento disuadida por su apetito... Y sin saber muy bien cómo me vi entrando por la puerta de su domicilio con más sueño que vida en mi cuerpo. Tras una ubicación rápida y reconocimiento de la situación real decidí abandonar su compañía para otorgar algo de intimidad ante la situación que llevaba horas cocinándose toda la noche y aventuré mis pasos a través del familiar y largo pasillo descartando opciones que creía acertadas, gracias a mi gran capacidad de orientación y memoria, hasta llegar a la habitación que creí idónea, por vacía, haciendo recuento de individuos... Y ahí, en ese momento, al abrir la puerta inocentemente, sin maldad ni ganas, me encontré con otra situación huyendo de la primera... Mi más amiga de las amigas y su novio aparecieron ante mí en una posición que no me esperaba ni en el más remoto de los escenarios posibles y, tras el congelamiento inicial de músculos y el cruce de miradas, sorpresiva la mía y de odio la suya, porque el agacho la mirada, cerré la puerta y fui corriendo a la búsqueda de "mi hermano" temiéndome realizar el segundo "coitus interruptus" de la noche sin ni siquiera haberme bajado los pantalones... Mi entrada como un energúmeno en la habitación cortó radicalmente cualquier tipo de acercamiento sexual entre los dos ocupantes de la misma y con una mirada de incredulidad salpicada con gotas de enfado y deseo "mi hermano" increpó una explicación de mí que el alcohol se encargó de darle con conjeturas difusas y balbuceos erráticos... Vámonos... Ella y su novio... Yo entré... Me "cruje"... Vámonos... Nos cuelga... Al armario... A esconderse... Que nos "cruje"... Rápido, al armario... Dos tipos adultos, idiotas y borrachos pero adultos, metidos en un armario un tiempo que se hizo eterno para ambos aunque solo fueran unos segundos cegados por las estúpidas elucubraciones de la parte más irracional de mi cerebro ahogado en cerveza y ron. ¿Qué pasaría al otro lado de la puerta de ese mueble? Y llego la lucidez... ¿De qué demonios nos escondíamos dos muchachos capaces en ese angosto armario? Somos dos aunque parezcamos medio ser influenciados por el alcohol... ¿Qué cojones hacíamos ahí? Y si salimos del armario... Razonandolo decidimos salir de nuestro encierro y mientras él comentaba con ella lo sucedido yo calmaba el nervio interno con un cigarro en la terraza golpeado por el sol... Era momento de tocar retirada y olvidar ese momento cuanto menos extraño en nuestra vida en la que por un momento la tensión nos hizo cohabitar en un armario rodeados de sandez, observada con los ojos de la retrospectiva, incomprensible... El camino a casa se perdió entre los rayos de luz que nos regalaba una mañana fría pero soleada en mi querido León...
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