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Caminando por la vida

Pues si...

La costumbre de buscar a través de las palabras el sosiego que mi cabeza no encuentra con el devenir de la vida, hace que ponerme delante de la hoja en blanco y ser positivo sea más difícil que sentarme y expulsar la bilis que me atormenta.

Aquí estoy frente a ti tras haber quemado los ocho primeros días de este nuevo año sin apenas haberme dado cuenta.

Estos días y sus habituales, trascendentales, balances del año que pasó y el maremágnum de propósitos, metas, sueños y anhelos que alcanzar con la caducidad marcada en trescientos sesenta y cinco días naturales.

Curioso el ser humano y sus ideas.

Todos los años repitiendo el mismo rito absurdo y no se cansa de ver cómo la vida no es una frase que se pueda acotar entre signos de puntuación.

Nunca fui partidario de buscar metas cada treinta y uno de diciembre...

Ahora menos.

Nunca confié mucho en mi tenacidad y paciencia así que nunca vi la necesidad de torturarme marcándome unos objetivos que, sabía de inicio, no iba a cumplir.

Conocimiento de uno mismo y sinceridad ante todo.

El tiempo, sabio conductor de carreteras, solo hizo que reafirmar la imagen que tenía de mí y mi caduca constancia aunque, además del fracaso de mi paciencia, también me dejó ver ese don sorpresivo que guarda en sus intrínsecos hilos naturales la vida y como los entrelaza con delicada y, a veces, caprichosa eventualidad.

Por fin entendí del todo aunque aún busco el equilibrio en ese pasotismo controlado, por llamarlo de alguna manera, entre no preocuparme de lo que no puedo controlar pero poner lo que pueda de mi parte para conseguir lo que quiero.

Al fin duermo tranquilo por las noches y sonrío sin motivo por que he desterrado esos miedos edificados en los cimientos de algo posible o futurible sobre lo que yo no podía ejercer control ninguno.

Mi obsesión por el control y esa rutina escrita por el T.O.C. creciente maniataba mi felicidad y me subyugaba a sótanos oscuros que yo creaba con base en hechos alejados de la dirección de mi mano.

Ahora vivo, de momento alquilado, en ese apartamento en el que, sin descuidar, no obsesiono ni somatizo en dolor propio cualquier piedra sideral que pulula alrededor de la tierra.

Ahora fluyo entre las aguas de este río, siendo consciente, que me toco vivir sin dejarme llevar por la corriente, abandonándome sin control, a su curso dibujado.

Caminando por la vida.

Novedosa mentalidad, para mí, esta que he tardado tanto en descubrir y que ahora calma y tranquiliza mi alma dándome una paz que antes, preocupado por cada átomo del universo, no podía hallar.

¡Ah! Y, ¿Sabes qué?

Me gusta y soy más feliz así.

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