Siento como se va acercando la vuelta a la normalidad anormal de mi vida...
Ya vislumbro las puertas de salida de este impasse de espera que han sido estos meses de reposo y calma relativa restañando heridas físicas y paz para las psicológicas...
Queda menos para vestirme de nuevo la ropa de diario y abandonar este disfraz de enfermedad que visto en los últimos tiempos, calzarme los zapatos de utilidad y quitarme las zapatillas caseras de la convalecencia...
Creo ver que hay algo nuevo en mi ser y donde antes encontraba pesimismo y derrota brotan tallos de esperanza e ilusión por lanzarme a nuevos retos aunque vengan con trapos viejos...
No hay miedo...
Hay respeto...
Es cierto mucho respeto.
No puedo correr antes de aprender a caminar y eso es lo que había estado intentando, por inercia, tropezándome con las piedras que nunca vi porque me las quitaban de enfrente antes de que me cayese y ahora voy superando con ayuda independiente...
No negaré que en algunos momentos me vuelve a invadir ese pesimismo característico en mí y que las dudas que libran la batalla con la certidumbre nivelan sus fuerzas llegando casi a apagar las luces de mi consciencia...
Pero no vencen...
Me llenan y me asfixian cubriendo casi por entero mi cuerpo como unas arenas movedizas que me engullen pero no llegan al punto de privarme por completo de ese aire esperanzador dando oxígeno a un resquicio de energía y positivismo que me saca del pozo negro que tantas veces me ha consumido...
Quizás es cierto que algo ha cambiado...
Me alegraría, miento por pánico, me tranquilizaría más bien, saber que desterré en el olvido esos colapsos diarios que sufría cada jornada y esas desesperadas visitas al baño para volcar mis nervios por la taza del wáter...
Me repugna esa imagen de mí que los temores que invadían mi cabeza dibujaron mientras apuraba cigarro tras colilla con tembleque enfermizo y nauseas vacías...
Un rasgo característico cuando mi alma está en paz conmigo y mi espíritu se encuentra en sintonía con los elementos del universo, ese momento en los que consigo creer que soy invencible y toco la felicidad con la yema de los dedos, es que en la soledad del camino al volante o a pie, sin razón aparente y sin que yo me percate, entono alguna melodía entre dientes como si no pudiera contener esa cantidad ingente de energía que llena mi cuerpo y se escapara al exterior de mis límites físicos en forma de canción...
Resulta que últimamente tarareo mucho mientras camino...
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