1997
El viento golpeaba la ventana con tremenda furia incontenida.
Un gélido escalofrío recorrió mi espalda cuando los fusibles saltaron llevándose con ellos la luz.
Oí un ruido que me estremeció...
Era el sonido de unos pasos que se acercaban desafiantes a la puerta de mi habitación.
Abrí un cajón del armario, saque mi cuchillo de mesita y lo guardé en el bolso del pantalón del pijama.
Cogí la barra de hierro y me apoyé al lado de la puerta...
Contuve la respiración.
Me quedé inmóvil.
Los segundos pasaban lentamente y... de repente, la puerta se abrió y me abalancé sobre la sombra oscura que acababa de entrar en mi habitación.
En ese momento, cuando ya lo tenía reducido en el suelo la luz volvió llenándolo todo con su blanco manto y, vi su cara. ¡Era...!
¡Maldita sea!
¡Me despierto!
¡Era un sueño!
El desasosiego me embarga, si, era un sueño, pero...
Tan real, y esa cara, esa persona.
Yo la conocía, su rostro me resultaba familiar, era... ¡Mierda! ¿Quién demonios era? ¿Por qué no puedo recordarlo? Si que la recuerdo, en alguna parte de mi cerebro su cara se ha quedado grabada.
¡Es imposible! Doy una vuelta en mi cama, me tapo y cierro los ojos intentando volver a dormir. Quizás así vuelva al sueño y logre identificar a esa persona
¿Qué pasa?
¿Por qué no puedo dormir?
Doy otra vuelta, las sabanas caen. Doy otra vuelta más y mi mirada se encuentra con el techo.
Me levanto, tengo que despejarme, voy a la cocina, bebo agua, vuelvo a la habitación, hago un ovillo con mis sabanas y las pongo encima de la cama. Apago la luz, me acuesto.
Después de una hora de dar vueltas me rindo a lo evidente.
Hoy no voy a dormir.
El último recurso. Me levanto, cojo una manta y me voy al salón a ver la televisión.
¡Fantástico! Un programa de tele tienda, igual con un poco de suerte la soporífera voz del presentador de turno consigue dormirme.
Ni por esas. Cinco horas después, tres mil productos después, cremas, aparatos milagrosos de gimnasia adelgazadores, limpiadores, etc...
¡Por fin!
Son las siete y media, una ducha, un café y para clase.
Son las ocho y media pasadas, tras toda la noche despierto llego a clase tarde
¿Qué te parece?
Entro al aula...
El profesor ya ha llegado y están todos sentados en silencio. Todos vuelven la cabeza hacia la puerta, hacía mi, cuando se produce mi entrada. Yo los observo un poco avergonzado y entre ellos reconozco una cara. Una persona me mira con el mismo gesto de contrariedad que seis horas atrás.
Es ella.
Es la persona que en mi sueño invadió mi casa y entró en mi habitación.
Es la persona que me ha robado toda una noche de sueño.
Después de tantas vueltas a la cabeza ahí estaba.
Me acerco temeroso y cuando llego a su altura mirándome con una sonrisa inquietante dibujada en la cara me susurra una pregunta:
¿Qué tal has dormido?
“... Oye sus negras pestañas redoblando en los silencios
perfumados; y sus dedos eléctricos y dulces
haciendo crepitar entre indolencias grises
la muerte de los piojos bajo sus reales uñas...”
LA BUSCADORA DE PIOJOS
-Rimbaud-
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